No se pudo conseguir, no precisamente por falta de potencial, algo que, en mi opinión, teníamos más que suficiente. El problema fue la presión del momento. El escenario se antojó como un Madison Square Garden para una banda acostumbrada a tocar en locales mucho más modestos. Las amargas lágrimas de la derrota han sido muy duras, de hecho, lo siguen siendo. Sin embargo, nadie podrá negar el reconocimiento obtenido, el gran espectáculo brindado y el mensaje difundido. Don't worry dijo Herrera, aquí hay Athletic para rato.
No he podido escribir hasta ahora por el durísimo ajetreo de un día a día que se va volviendo más rocoso a medida que se acercan las pruebas finales. El camino universitario se acaba y, para que así sea, hay que dar el extra. Es ahora, viernes noche, cuando puedo pararme a dejar unas líneas sobre lo que fue la final de la Europa League y lo que puede sacarse a relucir de tan trascendental cita.
En primer lugar, hay que felicitar a un campeón que fue digno vencedor del choque de Bucarest. El Atlético compitió mejor y fue mejor, hablando siempre de este choque. Diego Pablo Simeone demostró tener muy estudiado al Athletic y planteó un partido muy sobrio, cediendo la posesión al Athletic pero desarticulando cualquier opción de peligro del conjunto bilbaino. Sin embargo, la estrategia no se cumple si las piezas no ejecutan su labor. En este aspecto, los jugadores del Atlético de Madrid jugaron un partido perfecto, tácticamente hablando. Los jugones se pusieron el mono de trabajo y los centrales sacaron de juego a Llorente, fundamental. Decidieron dos perlas de Falcao, un futbolista del que poco se puede añadir que no se conozca ya.
Por su lado, el Athletic saltó al escenario nervioso, inquieto, como quien debuta en su primer bolo. Con el cuerpo tembloroso se rompe la conexión y se desarticula el juego, ésto es así. Hubo posesión pero sin ningún tipo de profundidad en ataque. La verticalidad se quedó en Manchester, en Gelsenkirchen, quizá en Lisboa, desde luego en Bilbao. Donde no estuvo, sin lugar a dudas, fue en Bucarest. Los leones no dieron eso a lo que nos han acostumbrado: Iturraspe se quedó sin esa salida de balón, De Marcos sin esa chispa en la última acción, algo que lleva perdido desde hace tiempo y que indica que el pilotito de la reserva está encendido. Muniain y Herrera sin esa determinación y Llorente desaparecido. No obstante, quien no tuvo para nada su partido fue Amorebieta, desafortunado en los dos tantos de Falcao. Poco más se puede decir de un Athletic que no fue el Athletic.
Queda un gran reto el día 25, otra posibilidad de que podamos ver la Gabarra esta temporada, aunque no será la única. Quiero que el siguiente manifiesto llegue a todo y toda athleticzale: Para nada será un fracaso este curso si no se consigue salir a festejar a la ría. La lección que han dado estos futbolistas de la mano de un grandísimo entrenador en el primer año de un proyecto deportivo es para quitarse el sombrero. Tenemos un equipo verdaderamente joven que seguirá creciendo y atesorando experiencias como la de Bucarest para crecer en lo anímico y volver a hacer a este equipo grande. Blindar esta plantilla y continuar trabajando día a día son las claves para continuar sembrando para el futuro. Quizá este año no veamos la Gabarra, aunque un servidor tenga el convencimiento de que así será, pero eso no significa que estos chicos no nos la vayan a enseñar tarde o temprano.
¡AUPA ATHLETIC! ¡GRACIAS BIELSA!
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