Si algo podemos sacar en claro del encuentro de ayer entre el PSG y el Athletic, es que los leones son un equipo con un fondo de armario plagado de jugadores que pueden aportar mucho al grupo. La destacada actuación de algunos futbolistas no habituales en las alineaciones de Marcelo Bielsa emite un aire esperanzador para afrontar las tres competiciones en las que el Athletic pretende llegar lo más lejos posible y, para conseguirlo, hace falta emplear todo el potencial de la plantilla.
El último partido del Athletic en la fase de grupos de la Europa League llevó al conjunto rojiblanco hasta el Parque de los Principes, estadio de curtida tradición gala, donde esperaba un PSG necesitado de la victoria y a la espera de que el Salzburgo pinchara en Bratislava. Por contra, los Leones acudían a la cita con la tranquilidad del que ya tiene los deberes hechos y, sin preocupaciones, Bielsa preparó un once plagado de suplentes que esperaban reafirmarse dando un golpe de autoridad en la mesa.
Pero el encuentro comenzó con una exigencia enorme por parte de un Athletic, que daba la sensación de que se estaba jugando la clasificación en lugar del PSG. Aurtenetxe adelantó a los rojiblancos en el minuto 3 con un soberbio testarazo a la salida de un córner botado magníficamente por un David López que, siempre que juega, demuestra su talento a balón parado. Tras un gran periodo de dominio visitante, el PSG consiguió remontar con dos tantos a balón parado, siendo el primero, de Pastore, un fallo garrafal en la defensa de la falta. El segundo periodo comenzó con la mordiente de unos leones que no descansaron hasta que David López, de soberbio chut, rompió la red francesa estableciendo el empate. Poco después hubo tiempo para que Iraola, Ibai y Susaeta pudieran sentenciar el partido, pero no materializaron sus ocasiones. Finalmente, tras un desafortunado autogol de Íñigo Pérez, el arbitro se inventó dos penas máximas, consiguiendo el PSG anotar una, por medio de Hoarau.
El conjunto de Bielsa terminó el partido con un desfavorable 4-2 pero con la sensación de haber dominado y hecho temblar a uno de los conjuntos con más talonario de Europa, todo esto con un equipo plagado de no habituales. Raúl Fernández certificó una seguridad, aplomo y confianza increíbles para un portero de 23 años que, además, no juega jamás. Los goles recibidos mancharon la soberbia actuación de un meta con muchísimo futuro. Íñigo Pérez manejó al equipo desde el centro del campo con muchísima tranquilidad y serenidad, dando un recital de pases y cambios de juego, sin olvidar el gran trabajo en la contención. Ibai demostró que, ante la falta de mordiente arriba, puede aportar mucha movilidad, frescura y descaro. Otros como David López o San José nos enseñaron que, si salen, cumplen.
No vencimos ayer en un encuentro en el que, como gran pega, concedimos mucho a balón parado, una asignatura que Bielsa debe trabajar para que el equipo se muestre, en esta faceta, tan sólido como siempre ha sido. Sin embargo, podemos sonreír al ver que tenemos una plantilla amplia que puede rotar para recuperar la frescura que hemos demostrado semanas atrás. Los cachorros llaman a la puerta y llegan pisando fuerte.